13 de agosto de 2025

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Sevilla: un municipio entre la memoria y el café

06/08/2025 | De los 47 municipios que conforman el Paisaje Cultural Cafetero, reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad desde 2011, solo 10 de ellos están en el Valle del Cauca y uno es la capital cafetera de Colombia.


por Williams Villa


El viaje hacia Sevilla comienza en la carretera que se empina justo después de pasar el peaje La Uribe y girar a la derecha. El cambio de clima es casi automático, pues el calor del llano valluno empieza a diluirse en una brisa más fresca, y el olor a caña quemada se vuelve un aroma a tierra húmeda, vida y frescura. Si es de tarde, los haces de luz del sol directo se filtran quebrados de entre los árboles altos que bordean la vía y proyectan sombras largas sobre el asfalto; pero si es de noche, la espesa y helada niebla se apodera del camino, obligando a disminuir la velocidad y encender todas las luces y exploradoras posibles. El paisaje muta en medio de las curvas casi sureñas, y los cafetales se pronuncian en casi todas las pendientes, algunos escondidos tras mallas negras, otros abiertos como alfombras onduladas sobre las laderas. A los lados del camino aparecen vacas echadas a la sombra, perros que cruzan y persiguen con prisa, y aves de todo tipo posadas en postes cual cámaras de seguridad. La carretera bien asfaltada pero estrecha en algunos tramos, serpentea entre las fincas y cultivos que, poco a poco, ceden paso a las primeras casas campesinas.

 

La entrada a este municipio es un ascenso pausado, donde la vegetación se vuelve más densa, los cultivos más diversos y las construcciones históricas más frecuentes. Tras dejar atrás Paila Arriba, y luego recorrer unos 15 kilómetros —20 minutos si no hay parada para fotos ni para mirar el gran valle que se ve desde casi todas las curvas—, las fachadas coloridas empiezan a repetirse con más ritmo, hasta que el pueblo te recibe con el lema más poético que tiene “Bienvenidos al Balcón del Valle”; los techos rojizos que parecen flotar de entre los cafetales y las nubes delgadas, son el preludio del campanario de la iglesia que se asoma y anuncia la llegada.

 

Sevilla llegó a tener 15.000 hectáreas oficiales sembradas de café, la más extensa del territorio, y en 2003, una ley del Congreso de la República la declaró oficialmente como la “Capital Cafetera de Colombia”. Desde mediados del siglo XX, este municipio de montaña y vegetación había cultivado no solo uno de los cafés más suaves del país, sino también una reputación sólida en torno a la cultura cafetera. Su economía giraba alrededor de este grano, sus calles se llenaban con la llegada de las cosechas y su título era totalmente un homenaje  a lo que sucedía. 

 

Sin embargo, dos décadas después, la escena ha cambiado un poco. Sevilla sigue rodeada de cafetales, pero de las 15.000 hectáreas solo conserva un promedio de 4340. La capital cafetera ya no lidera los rankings nacionales, puesto que el Huila tomó la delantera en producción y el triángulo cafetero se consolidó como epicentro turístico. Aunque la ley sigue vigente, el título se convirtió más en recuerdo y honor que en realidad.

 

En la actualidad, Sevilla tiene varios apodos, entre ellos “El Balcón del Valle”, “Capital Cultural del Valle del Cauca” y “Pueblo Mágico” —este último otorgado por la Gobernación del Valle en 2022 como parte de su estrategia de turismo patrimonial—. También se le conoce como “Café en el Cielo”, un nombre que alude tanto a su café cultivado a más de 1.600 metros sobre el nivel del mar, como a las vistas privilegiadas que ofrece desde sus miradores. Aunque muchos de estos nombres no son oficiales en términos jurídicos, sí lo son en el sentido más profundo: el de su unión como comunidad.

 

Es solo cuestión de adentrarse en el dilatado y vasto paisaje que se funde con el apolíneo y sereno cielo, para que las corrientes de arbustos cargados de café se vean interrumpidas por la silueta de los Jeep Willys y por las hileras de plátano y árboles cítricos que completan el mosaico agrícola de la región.

 

“Eso aquí ya han cultivado mucha naranja, mucha mandarina, mucho frutal…”.

Dice con una sonrisa rápida y tierna Cecilia Jaramillo, una de las voces que todavía defiende la historia de Sevilla y el turismo. Dueña de un restaurante cerca del parque principal, con historia y artefactos de todas las eras colgados en sus paredes, atendió esta entrevista junto a su amiga Zulay con quien comparte no solo recetas sino décadas de anécdotas. Ambas tenían las manos y las ropas untadas de pintura verde, pues se encontraban pintando un par de sillas al fondo del lugar cuando soltaron la frase que resume el paso del tiempo:

 “Primero fuimos el municipio con el café más suave del mundo por allá en el 58, y ya después nos declararon capital. Pero eso ya cambió, mijo”.

 

Y cambió por muchas razones: la diversificación de cultivos, la migración de jóvenes por estudio hacia ciudades más grandes, los vaivenes del precio del café y las crisis rurales. Hoy en día, después del pico demográfico, la población sevillana ronda los 42.000 habitantes. 

 

“Muchas familias se fueron porque sus hijos iban a estudiar o por la época de la violencia cafetera… Pero eso sí, tarde o temprano, todos terminaron volviendo en algún momento”

Asegura Cecilia. Ese regreso se ve evidenciado cada año durante el Festival Bandola, donde miles de sevillanos retornan desde Medellín, Bogotá o el resto del mundo. Incluso ellas dos, después de muchos años viviendo en Cali volvieron a su pueblo natal. Allí vuelven a abrazarse, a llenar los hoteles, a caminar por la Plaza de La Concordia frente a la basílica y a encontrarse con amigos de hace muchos, muchos años. 

 

“Mire, cada mes hay una fiesta grande aquí. Nosotras, pues ya estamos cansadas, ¡Ja!… pero a cada rato hay algo bello por hacer… reencontrarse con amigos de hace cincuenta años, vea, eso vale oro”.

Dice Zulay, mientras con brochazos le da los últimos detalles verdosos a la silla. Nombró también con orgullo la Semana Santa infantil, el Festival de Tango, la cabalgata de mayo y los desfiles de los icónicos carros Jeep Willys. Sevilla se mantiene, pero no solo por sus títulos y reconocimientos, sino por la constancia de su gente, por el amor de sus nativos y los turistas enamorados con el pueblo.

 

Sus habitantes, resaltan el trabajo que ha hecho la gobernación para mantener constante el turismo en Sevilla. Pues aunque la capitalidad del café, al menos en términos legales, no se ha revocado, intentan mantener vivo aquel reconocimiento que hace más de 20 años se les dio. Y pese a que otros municipios como Manizales (capital mundial del café) o Pitalito (líder en producción) tienen sus propio título, Sevilla se enorgullece de su proceso, de su gente y su cultura que la hace única de entre todos los municipios de Colombia.