Las "bodegas" prendieron motores y están al ataque

En el lenguaje político colombiano, el término “bodega” ya no es una metáfora: es una estructura.

Son equipos organizados para mover narrativas, atacar adversarios, defender intereses y sembrar climas de opinión. No son usuarios aislados indignados: son grupos coordinados que trabajan con disciplina de campaña.

Estas bodegas utilizan cuentas reales mezcladas con perfiles falsos, cuentas creadas recientemente, perfiles clonados con fotos robadas de internet y, en ocasiones, herramientas automatizadas que replican mensajes a alta velocidad.

Su objetivo central es uno: fabricar una sensación de mayoría y convertir un ataque puntual en una tendencia masiva.

Cómo opera una bodega: la coreografía del ataque

Las investigaciones en comunicación política describen un patrón casi idéntico en todas las bodegas, sin importar la corriente ideológica:

1. Selección del blanco

Eligen una figura pública: un mandatario regional, un periodista, un opositor, un empresario o un proyecto gubernamental.

Analizan su punto débil y definen el mensaje que quieren instalar: corrupción, incapacidad, doble moral, incoherencias, o cualquier etiqueta emocional.

2. Producción del contenido

No se limitan a un tweet. Construyen piezas listas para circular:

Memes diseñados profesionalmente.

Clips editados fuera de contexto.

Montajes fotográficos.

Audios manipulados o clonados con IA para imitar voces.

Frases cortas fáciles de copiar y pegar.

La clave es que el contenido sea emocional, fácil de compartir y agresivo.

3. Activación masiva

La bodega no actúa sola: mueve distintos frentes al tiempo.

En X (Twitter): crean hashtags, responden masivamente a cuentas influyentes, hacen ruido para que parezca que la indignación es generalizada.

En Facebook e Instagram: invaden comentarios de transmisiones y publicaciones, mueven el contenido en grupos cerrados y páginas disfrazadas de “ciudadanas”.

En TikTok: producen videos breves de burla o ataque, dirigidos al público joven.

En WhatsApp y Telegram: circulan audios, cadenas, supuestos “testimonios” y PDFs imposibles de rastrear.

4. Creación de realidad artificial

Cuando varias cuentas repiten el mismo mensaje, la plataforma lo interpreta como una tendencia legítima.

El algoritmo hace el resto: recomienda el contenido, lo multiplica y lo vuelve visible incluso entre usuarios ajenos al debate original.

Lo que nació como una manipulación pasa a percibirse como un “clamor ciudadano”.

¿Quién financia las bodegas? El lado oscuro de la política digital

Este punto es el más delicado. Aunque no existe una sola fuente de financiación, sí hay tres orígenes comunes documentados en distintos estudios e investigaciones nacionales:

1. Campañas políticas y operadores electorales

Candidatos, jefes de debate y equipos de campaña suelen contratar grupos de manejo digital para “posicionar” mensajes, pero parte de esa operación se convierte en ataques coordinados.

Funcionan como unidades de guerra sucia con estructura, horarios, turnos, objetivos y métricas de alcance.

2. Contratos de comunicación financiados con recursos públicos

En varias entidades nacionales se ha denunciado que contratos oficiales de comunicación, pedagogía digital o manejo de redes terminan beneficiando a influenciadores alineados políticamente.

Aquí es donde se abre la pregunta crítica:
¿Se están usando recursos del erario para financiar bodegas disfrazadas de comunicación estatal?

En distintas regiones del país ya hay antecedentes en los que órganos de control investigan este tipo de prácticas.

3. Intereses privados y grupos de poder regional

Empresas, contratistas, gremios y grupos políticos también pagan bodegas para proteger contratos, influir licitaciones y moldear la percepción pública sobre obras, proyectos o liderazgos.

Estos grupos suelen tercerizar la operación para no dejar rastro.

Valle del Cauca: el laboratorio perfecto

El Valle del Cauca es un territorio con una vida política intensa, grupos en disputa y un calendario electoral que ya comienza a moverse rumbo a 2026.

En este ambiente, las bodegas han encontrado un terreno fértil:

Atacan de manera coordinada a mandatarios regionales.

Amplifican críticas o rumores para generar desgaste político.

Empujan narrativas que favorecen a precandidatos o congresistas.

Se aprovechan de vacíos informativos para sembrar versiones manipuladas.

Las bodegas recurren con frecuencia a la violencia simbólica y a los ataques personales, pero el impacto se agrava cuando el blanco es una mujer.

Así ha ocurrido con la gobernadora Dilian Francisca Toro, quien no solo enfrenta campañas coordinadas en redes, sino también mensajes cargados de misoginia que amplifican el intento de deslegitimarla por su condición de mujer en el poder.

Ese tipo de violencia —muchas veces disfrazada de “crítica ciudadana”— es una de las tácticas más recurrentes de las bodegas cuando pretenden destruir reputaciones en la política.

Aunque muchos perfiles parecen “ciudadanos comunes”, los análisis de comportamiento digital muestran patrones repetidos: mismos horarios, mismas frases, mismas imágenes y una reacción sincronizada ante cualquier publicación de la figura atacada.

Técnica, estrategia y anonimato: la mezcla ideal para manipular

Una bodega bien operada combina tres elementos:

Multiplicación de perfiles: cuentas reales mezcladas con cuentas falsas bien construidas.

Velocidad: la capacidad de publicar, responder, compartir y escalar en segundos.

Emoción: el contenido más agresivo siempre viaja más rápido que el contenido neutral.

Eso crea una ilusión de debate público cuando, en realidad, se trata de una operación dirigida.

La pregunta que queda en el aire

Las bodegas no son un fenómeno nuevo, pero sí se han vuelto más sofisticadas, más financiadas y más peligrosas.

Hoy pueden destruir reputaciones, imponer tendencias y marcar agenda política regional.

En el Valle del Cauca ya están activas, ya tienen objetivos claros y ya están moldeando conversaciones.

La interrogante —la más seria de todas— es inevitable:

¿Quién está detrás del ataque, quién lo ejecuta, quién se beneficia… y con qué recursos se está pagando esta guerra digital en el Valle del Cauca?